Wednesday, March 16, 2005

Mi Vampiresa

Era una noche como tantas otras. El laberinto tenía su habitual techo de estrellas y las antorchas ardían con fuerza. De repente, una sombra juguetona se proyectó contra uno de los muros. Era muy inquieta y mis ojos no alcanzaban a distinguir siquiera su forma. Solo podía decir que volaba.
Fueron unos instantes efímeros los que pude contemplarla, porque, después de un par de segundos, se volvió a sumir en la negrura.
Todo el día siguiente pasó y yo solo esperé a la noche. Tan solo esperé a que oscureciera para ver si aquella sombra inquieta era real o una simple ilusión en mi mirada. Al pie de mis antorchas más brillantes, esperé. Y esperé durante horas eternas, durante horas que no parecían terminar nunca de pasar.
Hasta que, de pronto, hizo su aparición. En silencio contemplaba a esa figura revolotear y jugar entre las llamas. Si, esta vez no había dudas. Era un vampiro. Una vampiresa, más bien. Y las sombras de sus alas tenían el tamaño de la esperanza en las paredes de mi laberinto. Esa noche me acompaño un largo rato, pero luego volvió a subir, volvió a esconderse en lo alto, en las penumbras donde ni la más vivaz llama puede iluminar.
Otro día pasó, y la ansiedad estuve presente desde el momento en el que el primer rayo de sol iluminó lo alto del laberinto. Esos días pasaban rápido y las novedades, los retorcidos caminos del laberinto, se hacían amenos, casi diviertidos... Y todas las noches, esperaba la llegada de esa vampiresa. Sus gráciles alas cortaban las luces de mis antorchas y le daban un aspecto de fantasmal a la escena. Pero, a su vez, me transmitía tranquilidad. Una calma que hacía tanto que necesitaba.
Las noches se sucedieron una tras otra. Y mi vampiresa cada vez se quedaba más y más tiempo. Y comencé a preguntarme cuánto tiempo iba a durar aquello.
Porque de vez en cuando la veía volar tan cerca mío... tan cerca mío, que creía que quería posarse en mi hombro. Que quería acompañarme en mis días también.
Y, una noche, me decidí. Y, cuando llegó, quise acariciarla. Y, ella, se alejó de mí. Pero no se asustó. Tan solo fue hasta la pared donde estaban mis antorchas. Y se posó ahí. Como si quisiera iluminar como una de ellas.
Y, al ver que no podía, se fue. Y nunca más volví a esperarla en mis noches.
Pero ella nunca podría iluminar. Ella siempre fue y será... mi vampiresa.

5 comments:

Anonymous said...

Zacha:
Está muy bueno.. cada vez las cosas vienen mejores.. y aunque no se que decirle a una estrella, lo unico que se me ocurre es que esperes tu luna, porque satélites y cometas pasan muchos.

PATO

Anonymous said...

No sabía que se podía postear... Por eso acá estoy!
Me gusta lo que escribiste, ahora estoy leyendo tus posts anteriores, después te dejo mensajito

Tu prima gorda y despeinada

Anonymous said...

Me encanta el texto :) es muy bonito...enserio...como te dije alguna vez sos la unica persona q alguna vez se molesto en escribirme algo :)

Muchas gracias


:)

Anonymous said...

Che!! Quiero ver subido lo del Astronomó!!

Anonymous said...

Te enteraste que Jorge Asis le dice vampiresa a Cristina de K? de muy mal gusto....