Sunday, February 11, 2007

La Lluvia de los Lamentos

Noches de lluvia, de lluvia torrencial que no deja dormir. De lluvia que golpea y desconcierta, de lluvia que aparece y desaparece. Una lluvia del desconcierto que no hace más que confundirme y perderme. Lluvia de lágrimas, Lluvia de Lamentos, lluvia de sueños rotos, lluvia de ilusiones perdidas.
Esas son las noches de lluvia de mi Laberinto. Noches de lluvia que no dejan de acosarme aún si el día fue soleado como ninguno.
Hace ya mucho tiempo que la lluvia parece una compañera más en mis noches. Una compañera que no me permite descansar, que me preocupa y me empapa de impotencia.
Nunca importa si la noche es cálida o helada. Mi lluvia es capaz de aparecer sin previo aviso, aún cuando yo puedo decir que sé cuando va a venir. Ésta lluvia nunca cae de día, nunca es como la que suele opacar el sol con sus oscuros y amenazantes nubarrones. No, mi Lluvia de Lamentos solo viene en mis noches de soledad, en esas noches en las que no hay más en mi laberinto que mis suspiros y el crepitar de las llamas que no cesan de iluminar ese oscuro, ese infinito sendero que parece no acabar nunca, que parece no llegar a ningún lado. Y las noches en las que las lágrimas y los sueños caen del cielo hasta estallar en el piso, son las noches que no puedo dormir y las noches en las que las antorchas parecen estar lejos. Tan lejos.
La Lluvia de Lamentos me pierde, me marea, me hace retroceder sin siquiera yo saberlo y no es hasta que sale el Sol que puedo darme cuenta que sólo he caminado hacia atrás. Cuando llueve en mis noches no hay luz que valga, no hay ilusión que pueda iluminar lo que un sueño roto puede oscurecer.
Esas noches he tratado de dormirme, he tratado de no hacer caso del incesante sonido. Pero me es imposible, siempre caigo en la trampa y me levanto para tratar de salvar algún sueño, algún anhelo. Busco sus vestigios por el suelo, intento buscar todas las pequeñas partes que se han dispersado por todo el pasillo y siempre retrocedo, siempre. No me doy cuenta, pero cuando me percato encuentro que he estado retrocediendo sin pausa. Y no me queda otra que dejar de buscar el sueño por el suelo, darlo por perdido y correr a refugiarme cerca de la pared.
Pero la oscuridad siempre es total. No hay antorcha que ilumine tan atrás. Y mis lágrimas se suman a la lluvia y me quedo solo, sentado y esperando que todo termine sin poder hacer nada.
Me quedo quieto y veo como siguen cayendo sueños hasta que se despedazan contra el suelo.
De todas las cosas que pasan en mi Laberinto, creo que no hay nada más triste que la Lluvia de los Lamentos.